La retinopatía diabética es una enfermedad crónica progresiva de los vasos sanguíneos de pequeño calibre que se asocia a niveles altos de glucemia (azúcar en sangre) de forma mantenida en el tiempo en pacientes diabéticos. Es una de las causas más importantes de incapacidad visual en la población en edad de trabajar. La diabetes afecta a más de 400 millones de personas en el mundo mientras que la retinopatía diabética afecta a casi 100 millones de personas.
La glucosa o azúcar alto en sangre de forma mantenida en el tiempo, hace que los vasos sanguíneos de la retina se vayan alterando de dos maneras fundamentales:
Un paciente diabético bien controlado no tiene porqué desarrollar nunca retinopatía diabética ni problemas coronarios ni renales. Como la diabetes es una enfermedad que afecta a los vasos, es fundamental que los otros factores que también los afectan estén muy controlados. En resumen, los diabéticos tienen que tener la glucemia, la presión arterial y el colesterol muy controlados. De esta forma, será muy difícil que lleguen a tener problemas derivados de la diabetes.
En los casos en los que ya existe daño en la retina por el azúcar, es muy importante que los 3 pilares que son la glucemia, el colesterol y presión arterial estén muy controlados para que no siga progresando la enfermedad. A nivel oftalmológico, los tratamientos intentan limitar las consecuencias o las complicaciones más graves de la retinopatía diabética.
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Cita PreviaPor un lado, puede aparecer edema macular diabético que es la principal causa de pérdida de visión en estos pacientes. En estos casos, la mácula se “encharca” y este acúmulo de líquido altera su anatomía y su función.
Por otro lado, si aparecen zonas con falta de riego sanguíneo (isquemia), las células liberan factores de crecimiento vascular que propician el crecimiento de vasos nuevos (neovasos) pero que son anómalos ya que tienen la permeabilidad muy alterada. Esto da lugar a la retinopatía diabética proliferativa. Si esta situación no se controla, pueden aparecer nuevas complicaciones como el desprendimiento de retina traccional o la subida descontrolada de la presión ocular que en estos casos se llama glaucoma neovascular. Ambas situaciones pueden conducir a la ceguera.
El tratamiento fundamental consiste en la inyección dentro del ojo (inyección intravítrea) de fármacos que consiguen disminuir el “encharcamiento” de la mácula (antiangiogénicos).
Se trata con un láser especial que se llama láser Argon. Para ello, primero se debe confirmar mediante la realización de una prueba que se llama angiografía que realmente hay áreas de isquemia. Posteriormente, se realiza una fotocoagulación con láser Argon que lo que va a conseguir es que no se liberen o se dejen de liberar los factores de crecimiento vascular que dan lugar a los “neovasos”. Así, si se evita la aparición de los neovasos o se consigue que desaparezcan los que ya estén, se evitan complicaciones mayores.
El fondo de ojo es la exploración que hacemos para evaluar la retina. Es una prueba no invasiva ya que sólo se necesita poner unas gotas para dilatar la pupila y luego se usan aparatos que simplemente emiten luz para poder ver la retina. Esto nos permite evaluar el estado de los vasos retinianos, lo cual a su vez va a ser un reflejo del estado de los vasos renales o cardíacos. Por ello, los endocrinólogos aconsejan a los pacientes diabéticos que acudan al oftalmólogo una vez al año. Esto les da una información muy valiosa sobre cómo están los vasos sanguíneos de ese paciente. Además, lo hace de una forma sencilla y no invasiva.
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