La miopía es un defecto de graduación en el que la imagen se forma delante de la retina debido a un ojo largo o a una córnea o cristalino con elevado poder refractivo. Con miopía, los objetos se ven borrosos en lejos y la imagen se va haciendo más nítida conforme se acercan. Se corrige con una lente cóncava o divergente.
Cuando un niño comienza con miopía, de lo primero que se suele quejar es de que no ve bien de lejos. Otro síntoma frecuente es que entrecierra, “guiña” los ojos para enfocar de lejos. En niños más pequeños, los síntomas son menos evidentes. A veces, los padres observan que el niño evita actividades al aire libre, muestra actitudes de temor o inquietud ante situaciones en las que cree que puede perder el contacto visual con sus padres y prefiere estar en casa y realizar actividades de cerca.
La miopía se clasifica en dos grupos: la miopía simple y la miopía magna o alta miopía, con características clínicas, evolución y pronóstico diferente.
En general, los niños nacen con una hipermetropía fisiológica que va reduciéndose a medida que van creciendo tanto ellos como sus ojos, alcanzando una graduación neutra o con leve hipermetropía residual antes de los 14 años. Este proceso hacia la graduación neutra se llama emetropización.
Hay niños que, por diversos motivos que luego describiremos, evolucionan a la miopía, rompiendo este proceso normal de emetropización. En general, la miopía está causada por un mayor crecimiento del eje anteroposterior del ojo o longitud axial.
El desarrollo de la miopía en los niños se debe a una combinación de factores, algunos de ellos no modificables y otros que sí se pueden cambiar.
Factor genético:
Miopía magna o alta miopía: hay numerosos genes que se han relacionado con el desarrollo de alta miopía o miopía magna aislada. También, la miopía magna o miopía patológica puede ser síntoma de síndromes complejos a nivel sistémico que son transmitidos genéticamente.
Miopía simple: si bien no existe un gen aislado relacionado con la miopía simple, se cree puede ser resultado de la interacción de múltiples genes con factores ambientales.
Factor ambiental: diversos estudios han mostrado que el pasar tiempo en el exterior se correlaciona con una menor prevalencia de miopía. De lo que hay más evidencia es de que el incremento de tiempo pasado al aire libre disminuye el riesgo de que aparezca la miopía, si bien es verdad que en niños que ya son miopes, no parece que evite la progresión de la miopía, solo puede ralentizarla un poco y no está claro si a niveles clínicamente significativos. Por el contrario, las actividades de cerca, leer, escribir, el uso de tablets o móviles, aumentan el riesgo de desarrollo de miopía y de que ésta progrese.
Factor óptico: desenfoque hipermetrópico retiniano periférico. En pacientes donde se ha corregido el defecto de graduación axial o central, cualquier borrosidad hipermetrópica en la retina periférica en un miope ha demostrado que promueve el crecimiento del ojo y la elongación axial, dando lugar a una miopía progresiva.
Cualquier grado de miopía, por pequeño que sea, va a impedir que pueda verse nítida la imagen lejana, sin posibilidad modularlo con el enfoque. Por lo tanto, de forma general, cualquier grado de miopía debe corregirse con gafas en los niños. Siendo cierto que niveles muy bajos de miopía impiden el enfoque en imágenes lejanas, éstos sí permiten una visión nítida en imágenes cercanas y no son causa de ojo vago. Por este motivo hay casos excepcionales en los que podría plantearse no pautar gafa en un niño preescolar con una miopía muy leve ya que su mundo es bastante cercano, teniendo muy claro que necesitará gafas en cuanto el nivel de miopía aumente o en cuanto su mundo requiera una buena visión lejana (comienzo del colegio).
Aunque niveles muy bajos de miopía no son causa de ojo vago, la miopía produce ojo vago cuando es más elevada o cuando está presente en un ojo y no en el otro. Será el oftalmólogo pediátrico de su hijo el que valore la necesidad de gafas para asegurarse del desarrollo óptimo de su visión.
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Cita PreviaLa frecuencia de la miopía varía según la población o grupo étnico estudiado, pudiendo llegar al 80% de la población adulta en algunos lugares de Asia. En población de origen europeo la frecuencia de la miopía en la edad adulta es de un 30-40%.
Estos valores han ido aumentando en las últimas décadas y se estima que, viendo el incremento paulatino de la miopía a lo largo de los años y la frecuencia de la miopía en la población infantil mundial actual, habrá un incremento muy importante en el número de personas miopes en el futuro. Diversos autores (Holden et al) han estimado que en 2050 habrá casi 4.7 billones de miopes y 1 billón de personas con alta miopía, con lo que supone en términos de afectación visual, convirtiéndolo en un problema importante de salud pública.
Se sabe que las actividades de cerca (leer, escribir, usar el ordenador, la tablet o el móvil) son un factor de riesgo importante para el desarrollo de miopía. El riesgo será acorde a la intensidad, es decir la distancia a la que se pongan los objetos o la duración de una lectura continuada, por ejemplo.
Sin embargo, el trabajo de cerca es imprescindible en el desarrollo académico de nuestros hijos. Por ello, se recomienda realizar pausas cada cierto tiempo en estas actividades cercanas y evitar acercarse mucho a la hora de leer, escribir o usar los dispositivos electrónicos.
Combinar estas actividades de cerca y generalmente de interior con actividades al exterior es una manera excelente de prevenir el desarrollo de miopía. Se sabe que pasar al día al menos 2 horas (no necesariamente seguidas) en exterior previene la aparición de miopía.
Conseguir el retraso de la aparición de la miopía todo lo posible, idealmente al final de la adolescencia, prácticamente nos garantizará que ese niño no desarrollará alta miopía en la edad adulta y evitaremos las complicaciones derivadas de ésta.
Sabemos que hay un componente genético que no vamos a poder controlar, pero sí podemos modular la interacción del factor ambiental.
Existen algunas medidas que podemos tomar para intentar disminuir el riesgo de desarrollo de miopía en nuestros hijos:
Una vez que ha aparecido la miopía, las medidas ambientales (favorecer actividades en exterior con luz natural y controlar la actividad de cerca) son igualmente recomendables para evitar que suban las dioptrías, pero en la mayoría de los casos no es suficiente para evitar que suba.
El poner gafas o lentillas va a conseguir que el niño vea bien de forma temporal hasta que le vuelva a subir. Hoy día se sabe que actuaciones sobre la graduación como ponerles menos graduación, ponerles la graduación completa o poner gafas bifocales o progresivas, tiene poco efecto en el control de la progresión de la miopía en los niños.
Sin embargo, hay diversas medidas terapéuticas demostradas para frenar la progresión de la miopía en niños:
Hasta la fecha, este es el tratamiento que se ha demostrado con alta eficacia para frenar la progresión de la miopía. La atropina es un fármaco que, aplicado en el ojo en forma de gotas a dosis comerciales, actúa dilatando la pupila y paralizando el enfoque. Éste era el mecanismo que se creía que era el responsable de frenar la progresión de la miopía. Sin embargo, se ha demostrado que las gotas de atropina, a dosis muy diluidas, tiene efectos independientes sobre la retina y la esclera que actúan frenando la subida de la miopía sin necesidad de paralizar el enfoque ni dilatar la pupila.
Este tratamiento consiste en remodelar la superficie de la córnea por las noches con unas lentes de contacto rígidas. Durante el día, los niños ven bien sin gafas y sin lentillas y, además, la remodelación de la córnea causa un desenfoque miópico periférico que se cree que es el responsable de frenar la progresión de la miopía (al contrario del desenfoque hipermetrópico periférico que favorece la progresión de la miopía). Es un tratamiento con una eficacia moderada en el control de la miopía.
Inconvenientes: el niño tiene que dormir con unas lentes de contacto rígidas. Estas lentes de contacto pueden causar pequeñas heridas en la córnea que pueden ser puerta de entrada para microorganismos si no se observan las medidas de higiene, limpieza y cuidado. Esto supone un riesgo potencial de infección corneal. Si se siguen todas las recomendaciones de cuidado, limpieza e higiene, las infecciones de la córnea son extremadamente infrecuentes, pero si ocurren, pueden tener efectos devastadores sobre los ojos. Los padres tienen que estar al corriente de este riesgo y asumir la responsabilidad sobre el cuidado e higiene de estas lentes de contacto durante la edad crítica de uso de este tratamiento, infancia y adolescencia. Los niños que están en tratamiento con ortoqueratología, no pueden graduarse de forma convencional a no ser que hagan un descanso de unas semanas de uso de las lentes para que la córnea vuelva a su forma normal. Por este motivo, para controlar que la miopía no sube de forma significativa, medimos el eje anteroposterior del ojo de forma periódica.
Los tratamientos con gotas de atropina o con ortoqueratología son los que hasta ahora habían sido demostrados y recomendados para frenar la progresión de la miopía.
Existen nuevos tratamientos para frenar la progresión de la miopía, con eficacia moderada:
MiSight (diarias), Mylo (mensuales), Esentia (trimestrales): son lentes de contacto desechables con una gran área central para la corrección de lejos, rodeada por anillos concéntricos de potencias alternantes para lejos y para cerca, diseñadas para controlar el desenfoque hipermetrópico periférico.
Estas lentes de contacto son un tratamiento prometedor para frenar la progresión de la miopía con lentes de contacto desechables con una eficacia moderada en el control de la miopía.
Lente de gafa con un área central para lejos y múltiples áreas de desenfoque en la periferia del lente.
Se ha observado un cierto efecto rebote tanto en el tratamiento con atropina como con el tratamiento con ortoqueratología en los meses posteriores a la suspensión de estos tratamientos. Este efecto rebote en principio debe ser autolimitado y en todo caso menor de lo que hubiera subido si no se hubiera puesto el tratamiento. Los padres deben estar informados de esta posibilidad y de la necesidad de volver a pautar el tratamiento nuevamente durante otra temporada.
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